3.12.10

Espeluznante, la luz

El viento se arremolina febrilmente, como en un largo corredor avanza sobre sí, se posa sobre sí mismo para impulsarse y parpadear su curso, se sube a las cosas y a las paredes; las mueve, las ataca. Parece agua, parece fuego, parecen humores de una tierra que bulle de conquista. Por más que se agite, por más que tiemble, siempre consigue desplegarse en la constancia o la paciencia, según sea conveniente. Es fehaciente. A menudo me he preguntado sobre esa extraña independencia, sobre el rigor de su soberanía. Se siente móvil pero etéreo. Desaparece. Su apariencia resulta compleja... para poder presentarse ante nuestros ojos debe contrastarse, debe empañarse de algo para ser percibido. La identidad radica en la diferencia; destellos que se encienden. Pero eso es sólo ante nuestros ojos, en la comodidad de su esencia él va a lo suyo, le comprende el devenir de su propia naturalidad. El viento. No se trata de que busques o creas encontrar cosas que nadie se cuestiona para intentar definir tu autenticidad, se trata de que él mismo no se cuestiona, nos cuestiona a nosotros; te sopla en el rostro… los rodeos de la pregunta por el ser.
Y te detienes entre el viento, te adormeces con el sol, te refrescas en los mares... purificas en las llamas del destino las potestades que te unen al mundo. Así y todo, la última pregunta es por ti mismo. Es más fácil preguntarse por el viento. Reconocerlo no implica ningún mérito. Uno siente que despunta algo del intelecto al preguntarse por las cosas, pero sucumbe ante el espejo. Y tal vez no haya preguntas, sino preguntas y respuestas que se suceden a lo largo de un proceso que no termina, ni satisface; comienzas a volverte viejo y entiendes que sólo has aprendido a contemplar porciones más grandes de tiempo. La contemplación no te lleva a ningún lado, te deja solo, entre todo lo que el viento sabe arrastrar. Pero él va a lo suyo, y tú ¿tú de qué vas? No vas, vienes, y ahí te quedas. Lo único que siempre ha sido tuyo es el tiempo. Conciencia de duración, se podría decir. Pero lo que dura tiene que moverse. El problema es cuando el tiempo comienza a pasar... y tú no vas en él. Una inflexión que explota en un soplo y se disipa. Y ahí va tu conciencia, arrastrada por los aires... esparcida, atomizada, inerme ante el abismo del ser. Eyectado.
Las cosas, las personas. Lo útil, lo inútil. Descripciones y distribuciones de llantos, o silencios. Los caminos que solemos tomar... El mundo y todo, todo para esquivar la pregunta que siempre vuelve. Todo por una respuesta que no está, o que descansa en otro mundo. La necesidad de construir la ilusión de tu propia existencia sobre las heridas de la daga del tiempo. Pero este mundo siempre sigue, y tú ¿tú a dónde vas? No vas, vuelves, y ya no hay lugar…
Tu pasado te persigue porque no puedes abrirte al futuro. En esto no puedes elegir, ya te hallas elegido en el tiempo que eres o que has logrado ser; lo importante es qué hacer en el tiempo que te es dado. No avanzar resulta un atrevimiento; quedas paralizado por la lasitud de la nostalgia. Por eso esta carga pesa, por eso todo se mueve lento, por eso tus bríos se secan día a día; de las noches prefiero ni hablar, supongo será aterrador. Por alguna extraña razón todo alrededor continúa. El tiempo parece haberse detenido; tú también estás detenido. Lo que pasa no te está pasando; te pasa por delante, por detrás, por el costado; lo único que te golpea son las cimas de la desesperación, los estremecimientos de un morbo que te atraviesa pero que sistemáticamente anida en tu pecho cada vez que le apetece. Te consume y te suelta en una manifestación indescifrable. Te deja a oscuras. Te mueves a tientas de ti mismo…
La furia del sol. La furia del mar. Quieres saltarte, salirte, volarte. Las intermisiones del viento que acerca y aleja a las preguntas de las respuestas, los comienzos de los finales. No te cabes. No te ocupas. Todo se fragmenta... Temes. Desconfías. Odias. Desesperas. Si no eres el tiempo que eres nunca tendrás un lugar. No habitarás. Te lo digo para decírmelo. Te lo digo para que mi propio aire se empañe de algo y todo cobre forma, se ilumine... y mi vida aparezca. Es la única manera de que lo enfrente. Supongo que de otra manera seguiría huyendo; sin huir, huyéndome. Esperamos los cupos de un atajo en vez de caber en un buen final.

(2008) 

1.11.10

Anclamia

De algún lado siempre llega el consejo que te dice lo que tienes que hacer. Espera. Siempre hay tiempo para descansar. Siempre hay lugar para los débiles. Nunca nadie ha mirado a su vida a los ojos. Nunca nadie se ha reemplazado a sí mismo. Pero la vida no te acompaña ni te espera, te empuja. Algo tienes que hacer… aunque más no sea encontrar a alguien que te escolte y simule ser toda tu vida. Alguien o, en su defecto, algo. El engaño es un engaño. Hay un guiño de las fuerzas que te contienen entre dos fracciones de tiempo que no quieres ver ni vivir. Ni lo uno ni lo otro: el rapto de un presente continuo. Estará en tu conciencia saber qué o a quién sacrificas para permanecer aturdido a lo largo de entretenimientos, disimulaciones y tedio. Siempre tendrás que salir a perseguir o correr, asustarte o provocar; ocupar un espacio entre roles y posiciones, andar un tiempo entre lo propio y lo ajeno. Más rápido o más lento, quieras o no, serás algo moviente…

Los días son sólo teletransportación.

No puedes ver. Las horas son luces que zigzaguean tu esfuerzo por hacer foco en lo que supones importante. Los minutos son vacuos. Parte de tu atención se disemina en cada uno de tus tantos intereses. Demasiados costados tiene el mundo, no puedes desdoblarte ni eres omnipresente. Eres uno. Eres un ápice de un todo que veneramos y despreciamos, pero, como todo extremo, puedes ser incisivo; eres filoso y seccionas el límite de todo lo que va y vuelve. Te detienes brevemente ante tu vida y pareces comandarla. Te pares donde te pares: estás parado. Y detenerse no es elegir. Equilibrarse no es algo que se alcanza, sin más. Sigues, pues, en tu no parar. Eres dueño. Tienes la potestad de encontrar la calma, que llegará a su –o en algún– tiempo. Hay cosas más importantes que eso. Tienes cosas que hacer, urgentes; debes sentirte útil o supones deberías servir para algo. La engañosa dignidad de sacrificarse por lo que uno quiere o ha llegado a creer…

Toda posesión es exorcizable.

Eso que añoras como prudencia: una meseta sin alarmas ni sorpresas que puedes andar y recorrer hasta el hartazgo. Las picardías que te juega la satisfacción. Parar. Recordar. Volver al origen. Un niño desinteresado y endiablado con el destino. Reconocer quién realmente te aprecia. Quieres eso pero no puedes vivir en eso. No quieres que nadie te moleste, no quieres que nada malo pase, pero necesitas vivir de algo. Te sientes capaz de ser feliz como un estado de derecho allende los males del mundo. Pero no tenemos una historia de la felicidad; “feliz” es un estallido del tiempo, una implosión del ser, que siempre termina. Los artificios del deseo o las inconsistencias del presente: el baile moderno. Siempre te digo lo mismo. Tanta promoción de la armonía termina desfloreciendo en pasividad.

La meditación es una práctica del fallecimiento.

Distribuye un poco de sol por aquí, un poco de luna por allá. Los hermanos se sientan a la mesa, intercambian sus entrañables evocaciones, componen los momentos que los ha separado. Saben que la comunión no se corta. Hay un mundo en el que todas las palabras convergen. Hay códigos que se forjaron con hierro. No es necesario tanto, un poco de fuerza y coraje para aceptar los anudamientos de la complejidad que construimos. Los océanos que nos dividen confluyen de la misma sangre. Si hay distancia es porque hubo un principio. Paciencia. Todos nos dirigimos hacia el mismo último momento. Hay tiempo para no saber. Los hijos de una cultura alienante; somos –no me importa que en otro lado vivan mejor– esto. Agoniza: lucha. Imposibilitado, anclado, pero no hundido. Regresa a la tierra a nado. Rápido, lento, como quieras. Con mucho, poco, lo que sea. Equilibrado, enfermo, da igual. El final flota y el cuerpo empuja hacia delante. Carga tu yugo pero no te detengas pensando que podrías estar mejor. Ya lo eres. Concéntrate en cada brazada, imagina las orillas que te recibirán…

La vida es la historia de los hábitos que escurren de la muerte.


(2009)


 Crippled Black Phoenix - We Forgotten Who We Are

2.10.10

Sinamon

Cuando todos arrojen el pecado de la primera piedra yo me sentiré retenido a recuperarlas, una a una, hasta sopesar algo que se parezca a lo que siento. Iré primero por la más alejada, será mejor así. En el que más fuerza tenga veremos al más arrepentido de haberse engañado; será mi hermano. El trayecto que divida cada piedra será el silencio en el que nos deja el oprobio. En cada regreso emprenderé la distancia más larga que se pueda recorrer: el perdón. Volver sin poder mirar a nadie a los ojos, nunca. El horizonte sumergido en esos pedazos de cielo que carguen mis manos será mi único sustento. Construiré una pira de lamentos para honrarte.
Sembraré un árbol aquí, en medio de las ciénagas de mis miserias, a la vista de los sueños y los auxilios, y velaré por el día en que la sombra de sus ramas recubra por completo la oscura sensación de no haberte elegido. Así, por años igual. Oculto de lo imposible de las alturas me sentaré a esperar hasta que mi vergüenza se ciña a la tierra, abrazado al barro y al suplicio. Cuando mi desilusión agote el amargo remorder de todas las posibilidades de lo que hubieras sido; sólo así me habré perdonado.
Te cambio un pedazo de mi vida por un poco de tu ausencia. Intercambiemos gajos por bloques. Ojalá algún peso o sacrificio pudiera darte lo que debería devolverte. Tu compasión me desgarra del mundo. Sé que me estarás esperando de algún modo así como entiendo la dicha de la comprensión, de que es nuestra naturaleza también el error. Pero saberte posible en lo imposible lo hace aún más grave. Permíteme que en la injusticia de tu clemencia descanse todo mi padecimiento; por eso siempre me he rebelado. Volver a sentirte es la enjundia de mis días, mi más antiguo misterio, mi más auténtico deseo.
Se me ha dicho que de no haber pasado lo que paso mi vida hubiera llegado igualmente a la misma pregunta. Todo un cielo que te perdona. Todo un infierno que te condena. La ingrata deambulación que hay en el medio. La salvación o la condena; hay que elegir, siempre. El insoportable vértigo de saber que somos libres para lo uno y lo otro. La eterna indecisión, entonces, como la justicia perfecta.

(2010)

1.9.10

Zumba

Te llenas de objetos y de cosas, de obsesiones y de vicios… tan colmadamente cargado como para que no pese tanto el tiempo. Siempre comienza un nuevo día… Cafeína. Nicotina. Pereza. Algún que otro analgésico y todos tus habituales síntomas. Los años, tus marcas... la ruta. El sol malgastando los violentos minutos del día. La rumia de los horarios, el recelo de los compromisos, los ruidos que te rompen y la gente que te pisa. Frustraciones que alimentan la tolerancia a la satisfacción.
Y siempre llega la noche… Alcohol. Euforia. Enmascaramiento. Todo el tiempo del mundo. Deberías empezar con algo nuevo; nunca te gustaron las modas pero tu modo es tan devoto como monótono. Imaginas qué podría pasarte de bueno y te sientes indagado por las sombras; huyes, pues. La luna guiándote hacia las bestias, la manada, la muerte. Perros sedientos de lujuria. La soledad del día que se disipa en trepidaciones de adrenalina. Dopaminergia. El desvalimiento de la naturaleza que reluce socio-químicamente. Hay gente. Todos se repiten en lo indistinto, en la superposición, pero tú tampoco has inventado la pólvora, simplemente crees en algo que te parece auténtico. Nunca nadie ha saltado un mundo. Todos somos extranjeros.
No te cambies, quédate así como estás. No te afeites, no te peines, conserva tu aliento y la cara que has llevado durante todo el día; estarás listo. Ve al bar. No esperes nada. No hables con nadie. Reposa en la inmediatez de tu vaso. Apaga tu teléfono; el alcohol cruje en tus vísceras, pero no es radioactivo. Llámate a ti mismo. Emborráchate, no de más, como siempre. Si observas a alguna mujer sólo hazlo de reojo... lo suficiente como para espantarla o como para que sienta que eres un resentido; nunca por devoción: por consecuencia. Haz eso con tus ojos; que tu expresión diga la verdad, que te remuerden tus fracasos como añoras la felicidad. Deja que ella decida, aunque nunca aparezca. Tú ya no puedes elegir, nunca has dado en el blanco, que por más o por menos, pero lejos… siempre lejos del sol, pero ardiendo.
Conoces muy bien estos movimientos. Siempre encontrarás un motivo que justifique asirte a una defensa, un molde o algún personaje; el disfraz de la autodestrucción. En algún momento alguien se acercará y te dirá eso que no quieres escuchar pero que puedes oír de muchas maneras y que tal vez te sirva pero no tanto como para considerar que en ese momento es importante prestarle atención. Consejos útiles para una vida inútil. Los años y eso que sientes como experiencia es sólo un anecdotario de refracciones de tiempo. Las estupideces de la gente son también tuyas. Eres despreciable y enternece ver a alguien así, ¿triste? Ojalá la tristeza fuera un cuestionamiento y no algo que siempre es observado o medido por los ojos de los otros. Alguien debe decirte que estás realmente desconsolado, sólo ahí escucharías, pero, ¿quién quiere agacharse y mirar el mundo desde ahí abajo?
Estás abatido, batidas las bateas de tu reconocimiento. Te debates entre deambulaciones y desplomamiento. Te preguntas cuánto polvo tendrán los discos con los que creciste y llegaste a pensar que eras libre. Te preguntas por el tiempo… No, sacudes la cabeza, esa no es una pregunta, son tus pulsaciones enarbolándose, recordándote que de algo estás hecho. Desearías volver a empezar lo que nunca terminaste y terminar con lo que nunca acaba por empezar. Remordimientos y reproches que te sueltan de la caída libre hacia el devenir. Si todo sigue sobreviniendo es porque sigues sobreviviendo.
Un trago más y una sonrisa cómplice. El gesto que sientes que te marca y la soberbia de creer que no necesitas a nadie. La soledad que compartes con tu vida. El murmullo y la muchedumbre de un infructuoso extraviarse. Las redundancias que te empujan a marcharte siempre solo. Las abundancias que te dejan siempre abandonado. Estás cansado de suponer y anticiparte a las conductas humanas. Estás harto de especularte, de saber que sabes lo que te pasa, del humor autocebante que siempre se agota y no pasa, no impulsa nada nuevo. Cualquier tipo de sorpresa sería una señal, un indicio, pero nada. Mejor no romper el molde, no podrías reproducirte en lo mismo. Una rúbrica de melancolía se templa con tu piel, te resguarda, te protege; estar sólo un poco mal evita cualquier sobresalto. Nunca te caes del todo. Nunca disfrutas del todo.
La noche parece eterna, pero termina. Con ella se va una ilusión gastada y postrera. Siempre llevaste una pequeña alarma que te aleja de las horas de peligro. Por algo sigues vivo. Una suerte de autoconservación te devolverá a lo que se parece a tu hogar. Eres una eterna descripción de las pequeñas victorias sobre la incertidumbre. Un rumor que se sumerge en lagunas de afonía. Un valle de esperanza que se seca con el sol…
Insisto: el mundo rueda y sigues vivo. Jugar a que mueres, jugar a que matas, confiar en que alguien te recordará o habrás dejado una marca. Presumir ante el juicio de los otros que has ensamblado algo que se parece a una vida digna de ser vivida. Pero una historia no se arma; no hay final, hay finales... y no puedes vivir todas las vidas. Cuando se trata de elegir… debes aceptarlo, debes dejarlo ir. Debes terminar con esto. Ya no hay nada por descubrir, nada por conquistar, nada por qué luchar. Ni nadie. Ni todo. Todo lo que ha sido tuyo te ha sido despojado. Mejor. Llega un punto en que gran parte del mundo que construimos debe ser destruido. Si te dijera que estás en ruinas pensarías en lo trágico y la muerte. Pero hay pequeñas muertes. Echar por tierra para erigir piedra sobre piedra. Arder, pulverizarse, para elevarse entre las cenizas… el polvo dorado de un águila de fuego. Todo cambio es el desenlace de una pérdida.
Abandona el viejo amor de lo que no eres. Reconcíliate con lo que no ha sido. Conquista la perplejidad, la primicia de lo que serás. Lo más simple y espontáneo de tu progresión de intentos: haz que las cosas ocurran. Pasaste gran parte de tu vida buscando algo en la muerte sin jamás poder mirarla a los ojos. Es cierto, algún día descansarás para siempre, pero no hoy. Nada puede concluir si no ha comenzado. En el tiempo que quieras que tu historia se abra. Primero está la vida. Los abandonos simpatizan con los descubrimientos…

(2009)


 Led Zeppelin - The Rain Song

1.8.10

El hijo de las estrellas

Nadie gana, todos pierden. Nadie pierde si todos ganan. Así podrías ser el elegido. Podrías ser salvado, ganarte el cielo. Pero nadie se salva ni se pierde por completo. La naturaleza ha demostrado que la lucidez siempre hace reverencias al pesimismo. No puedo salvarte porque tendría que sacrificar mi vida. Si me fuera quedarías libre, pero en soledad, y todo volvería a empezar de nuevo. Yo no me he salvado; nadie siquiera ha pensado en hacerlo por mi. Nadie tiene el poder de salvar a nadie, para serte sincero. Es sólo un rol al que jugamos y nos piden que juguemos de vez en cuando. Entiendo que en ese pedido hay encriptado un acto de máxima entrega, pero es más una pasividad masiva que una empática súplica. No siento que pueda ser salvado y nadie me salvará; la irreversibilidad del deseo, siempre punzante y hambrienta de contradicciones. “No soporto lo que soy”, “no tolero lo que siento por ti...”, es muy lógico suponer que alguien más tenga el dominio de la vida. Lo imposible en tanto conciencia es sinónimo de la máxima tensión de la locura o la última escena del juicio; una soga que se estira y se rompe. Siempre hay un punto de inflexión, un punto de giro. El final parece llegar siempre, pero la trama continúa; sea salvo, juzgado o desquiciado, deberás aprender a ponerle palabras... hervirás de intuición hasta dar un nuevo salto. Pero hemos sido muy malos estudiantes, siempre. Te miro y todo se convierte en historia, todo se hace relato... jamás me has contado de esos sueños que te asaltan por la noche, jamás me has confesado esos pensamientos que te desayunan en tus silenciosas mañanas; en esos momentos me resultas más real que nunca, eres tú... se crea una virtualidad en el aire en la que puedo sentirte por completo. Te observo mientras tu mirada está fijada en el simulacro de las palabras y me instruyo por entero de tu ser. Es mi secreto; un aprendizaje oculto. Sé que piensas que malgasto mi tiempo en estas pequeñeces, pero así como en los derrumbes del silencio nunca encontramos la palabra apropiada, sólo emociones, cariño, lágrimas... sé que en ese tiempo enmudecido yace lo que más se parece a la verdad. Siempre aflora algo nuevo; aparecemos juntos. Al fin y al cabo el parecer es un apreciar; todo tiene precio en esta vida. Serás salvo o serás incinerado... lamento que el cuerpo haya sido desacralizado. No es infinito, pero es tu cuerpo. Y ese cuerpo, que a veces sabe a tierra, a veces a hierbas, a veces a esperanza... hace las veces de una ventana hacia mundo: explota, lo rodea, absorbe y se pliega sobre todas las posibilidades. El cuerpo es un templo que viaja por la naturaleza haciendo cartografías del universo, guiado por los astros y envidiado por los dioses, perdidamente salvado. Nuestras elecciones son alabanzas y nuestro compromiso los sacerdotes. Tú me lo has dicho una vez: “la vida siempre triunfa...”, ahora puedo comprenderlo un poco mejor, pero al menos permite que dude de mí mismo. No es que piense lo peor, es que trato de pensar en todo; para que un árbol crezca sano y fuerte debe abrirse a las alturas de los cielos y ceñirse a las oscuridades de la tierra. Dicen que los malos estudiantes aprenden por negación, yo creo que sólo tratamos de completar lo que recibimos. Lo que no recibimos nos punza, lo que queremos recibir nos moldea, lo que nunca recibiremos nos estremece... nos eyecta por los mismos aires que atravesamos al llegar. Algo nos une al devenir y a la duración. Por eso, cuando te digo lo que siento puedo decirte que lo siento todo el tiempo... entre fugacidades y eternidades, entre sombras y destinos. Una cara hacia adentro, una cara hacia fuera, todas las caras de lo mismo.

(2008)

16.7.10

Arrobaciones

Hoy encontré un pesar, un peso. Parecía arena; las migajas acumuladas del paso del tiempo. Pisadas eternas, espacios lentos, miradas secas. Que extraña se vuelve la noche cuando se intercambian reclamos. El remordimiento pesa, tiene la fuerza de una tormenta... se hunde lo suficiente como para atravesar las sombras y elevarse entre los vientos. Huye. Deserta. Regresa. El dolor nunca es constante, se enmienda en erupciones que zigzaguean con el tiempo. Espero no te llegue ese mensaje, al menos no de mi boca. Me duele decirte cuánto te extraño.
Hoy encontré un pesar que se repite como un vicio; son esas intermitencias... cuando el malestar cede irradia un vacío hueco, un sonido opaco, hasta que vuelve a detonar. Espero no terminar de elegirlo. Bandos. Distancias. Premisas. Que insólito se vuelve el día cuando se silencian las penas; el dolor al menos está lleno de algo, el vacío, en cambio, es incontinencia, una ficción insoportable. Me pesa extrañarte casi tanto como me pesa necesitarte. Por eso me voy, por eso vuelvo... me pierdo, me hundo y me elevo, siempre midiendo el pesar que, a cuentagotas, tendré que pisar cuando atraviese los volúmenes de la memoria. Hordas. Profundidades. Llantos.
Imagino nuestros ojos aferrados al mirarnos, ahondando los mares del afecto, explorando los limbos de la sexualidad... quisiera poder sostener todos los recuerdos en la fuerza de mi puño y apretarlos hasta que se extingan, pero los oprimo hasta que se escurren en tibias lágrimas, los rebrotes que siembran mis suelos de melancolía. Siento que te has apoderado de todo mi cuerpo. Que desconocida se vuelve la vida cuando se pierden las referencias. Todo debería empezar de nuevo, un nuevo sol, un nuevo horizonte; sobrevivir…
Por encima de los silencios que deambulan por las tardes de domingo se encienden fuegos, pequeños focos candentes que interceptan la desolación de los sentidos. Revoluciones. Impulsos. Erosiones. Nado en un anochecer rojo que derrama anudamientos sanguíneos con la naturaleza. La oscuridad te compondrá tanto que tendrás que reptar hasta el nuevo día; si es que llega, si es que no te quedas adornando los surcos de incomprensión nocturna.
Todo debería volver a empezar; debería olvidarte, debería seguir. Pero vuelvo, siempre vuelvo. Ya no sé si es porque ese sufrimiento tiene un encantamiento o si es realmente por amor; ambas opciones me desalientan, ya que se contienen mutuamente. Espero no te llegue este mensaje... me pesa sufrirte pero más me pesa asociarte al dolor, no puedo permitírmelo, no después de todo lo que me has dado; el fuego, la luz, el coraje. Jamás volveré a ser el mismo, has modificado toda mi espiritualidad. Has mejorado lo que yo empeoraba en soledad. Marcado por tu signo mi futuro debería ser inmenso y provechoso; temo no poder aprender nada más... temo no haberte dejado nada.
Pero en el amor los méritos no son premios, sino sigilosos reconocimientos. Miro al cielo, bien alto... tu voz acaricia mi mundo. Lamento que este haya sido el mensaje que te he dejado: el más desesperanzado, pero el más respetuoso de los silencios...

(2007)

10.6.10

Nebula

Durante cuatro días estuve pensando en la misma palabra. Durante cuatro mañanas estuve degustando la misma esperanza. Durante cuatro tardes, repletas de sol, estuve siguiendo el aroma del ocaso. Durante cuatro noches anduve... y anduve. No por andar suelto no perseguía un sentido, al contrario, tenía un cauce, un rumbo, un camino. Y a pesar de encontrarme buscando sentía que ese momento, ese pequeño transcurso, era mi hogar; sentía que me rodeaban todas mis pertenencias. Siempre dicen que eres del lugar que habitas, y la noche es una inmensa habitación...
Estuve tratando de dilucidar el lenguaje del futuro. Desalojándome del tiempo, levantando las anclas del presente y reconstruyendo todas las avenidas. Fui avanzando entre la sombra, desolando las entrañas de la oscuridad y esparciendo los afanes del amanecer... me sentía divulgando los acallados albores de los cielos. Mis ojos no reconocían los cruces ni las bifurcaciones, mi razón no entendía de opuestos ni de absolutos; pero mis sentidos no dormían, descansaban en el remanso del devenir...
En el centro de todos los extremos está la soledad, en la máxima de las clausuras todo tiene otro encanto... los nombres, las cosas, los olores; puede que nadie me siguiera ni me encontrara, pero la noche, esas noches, eran mías. Retirarse del mundo de los otros es un acto de extraña autonomía: mientras todo tiende a volver a nacer y a reconfirmarse la propia identidad parece sucumbir, mientras todo se aleja de los males del mundo las miserias personales parecen ensimismarse hasta el hartazgo, hasta el aire parece rebullirse y colapsar entre la brisa... todo huele a milagros, todo sabe a crucifixiones. Y por más que te dejes llevar por la ficción nunca encontrarás las encrucijadas de los hechizos. Ese es el secreto: no hay secretos: hay misterios.
La realidad se desenvuelve y se refracta como en un laberinto espejado. Los objetos se pierden, ya que pueden verse desde todos sus lados. Los colores estallan, me envuelven en un manto de asombro; no puedo ver aunque sienta mirar. Y nadie me observa. Las personas no son espejos, nunca debí olvidarme de eso. No te busques en los otros ni dejes que los otros se busquen a sí mismos en ti, nunca. Es preferible que te pases la vida desarticulando las apologías del retraimiento a que te pierdas en las hordas de la alteridad. En esas noches estuve realmente solo. La soledad no tiene como base la indefensión o el resentimiento, es una estructura biológica. Entonces mi incomunicación fue una bendición, un arrullo de la existencia.
La empatía y el amor al prójimo son dos inmensos universos. Una prueba. La antonomasia del ser del hombre. No puedes vivir completamente con los otros ni puedes vivir, a secas, sin los otros. ¿Hace falta que te diga que las personas no son objetos? No te busques en ellas, siento que te perderás. Que no te busquen, creo que te perderán... Caminar. Andar. Encontrar. Nudos. Lazos. Vínculos. La misma palabra fue extendiéndose y agravándose, en el mejor de sus sentidos.
Esas noches fueron parte de un camino hacia un atentado de comprensión de esto a que me acerco pero que tal vez nunca llegue a enfrentarme por completo. Ni deba. Ni merezca. Ni pueda...
Quise saber hasta que punto podía soportarme a mi mismo. Otra Prueba. Quise saber hasta que distancia podía abandonar mis referencias y, sobretodo, hasta que sensaciones podría prescindir de mis recuerdos, de mis afectos. Otro fracaso. Toda búsqueda es una conquista. El hombre es esencialmente bélico. Por más que intente retroceder siempre avanza; es explorador. Puede destruir y destruirse; nada nuevo, ya lo sé. El problema es que toda búsqueda no implica una respuesta... así como la enfermedad no tiene un fin sino un proceso, la salud no implica su ausencia; a veces enfermamos buscando sanarnos.
Mientras andaba sentía mucho frío, hasta que un nuevo color o un nuevo sonido me cubría de entusiasmo. Cada una de las emociones que fui descubriendo exigían que me detuviera completamente; hay que elegir. Cada expresión de esa libertad era un pasmo, un nexo... puro vértigo. Cada vez que mi ansiedad descansaba, cada vez que me tomaba el tiempo que demandaban esos paisajes, la vista se me nublaba y mis sentidos se confundían entre sí... mi cuerpo se volcaba al mundo, rebalsando de compañía. Todas las personas que conozco estaban allí. Todas las personas que quisiera conocer me llamaban. Todas las personas que me han hecho daño se habían ido. Anudamientos y desnudamientos de afecto brotaban como premoniciones...
La última referencia siempre es el cielo. Pero el cielo ya no estaba, estaba rodeado por una majestuosa niebla que parecía teñir de brillo y claridad todo mi camino. En la última noche volví a encontrar el sendero que me condujo a mi naciente hogar, a mis viejos amigos. Ya no sufría, tampoco me sentía bendecido ni privilegiado, simplemente volvía, fusionado a los latidos del universo, sintiendo los destellos de una larga noche y saboreando el rocío de un nuevo día...

(2007)

12.5.10

Parafilia

Ella descubre muestra tímidamente secretas cavidades contornos intrabucales yo los pude ver ella es mi amiga son unos espacios unos pequeños sitios al margen externo de sus molares yo los pude sentir sin espantarme los tiene en ambos lados y no les da desuso ni posee aflicción patológica alguna ella captura moscas las paraliza de un golpe y las lleva hasta allí agonizan se arroban palidecen mueren! y traga sus restos pero sabiamente conserva las alas poderosas alas carroña alas añejas de póstumo sufrimiento nadie lo sabe pero ella las controla hacia el estado predilecto de lúgubre putrefacción y luego trasmite a sus apasionados amantes entre besos de aceituna una y otra vez hasta que levitan en excelso placer y también mueren! yo no yo todo lo conozco son las virtudes de conocer gente porque ella es mi amiga y fiel confidente la semana pasada ocurrió otra vez murió un apuesto y bondadoso joven que solía pasear por las calles del barrio con un perro ilustre y blanco muy agradable que sorpresivamente ya resulta ser muy amigo del conejo gris del patio de atrás pero se lleva muy mal con el gato marrón glasé que duerme en el lavadero y sobre todo con ella que me comenta cariñosamente que un siervo debe servir indiscriminadamente me reprende porque a mi el perro blanco me cae bien y por las noches le ofrezco una porción de alimento mucho más abundante fina y considerada en nutrientes que la de los demás animales... Yo le temo sí le temo mucho más de lo que la comprendo pero entiendo que no puedo evitar estar acurrucado a la avenencia del terror de sus labios irradian imágenes y cantos ancestrales que traducen todas las lenguas de mi insurrección no es tan grave sólo me rebelo para que me quiera pero ella sólo me quiere cuando siente que va a masticarme sin hacerlo con esos labios de pulpa esos labios que inundan las calles de animales dispuestos a ser sacrificados por un segundo de su candor de su sosiego amargo y dulce... Siento que debo morir sí morir al cabo para convertirme en el deseo consumado en su aplastante placer no hay nada que se interponga ella propone y consigue el carácter de satisfacción más inmediato y consagrado es la satisfacción de la satisfacción en la no satisfacción no quiero quedarme no! Debo morir! Y si no me mata me haré matar por una de sus presas para redoblarle la apuesta y encontrar ese juego ese placer secreto que ella busca y no sabe que puede encontrar hasta que un nuevo yugo la someta en una carrera contra el displacer... Sí es cierto tal vez esté esperando eso y deba matarla yo mismo convertirme en ella y escalar un cielo pero en qué me convertiré? En el placer de un displacer placentero y muerto... ambos debemos morir! Todos merecemos una nueva oportunidad no se te concede todos los días...

(2006)



  Etimolog

2.4.10

Anosognosia

Siempre te asaltan las carreras de la afectividad, los corredores del ansia que llevan y vienen a ninguna parte. Eso que quieres, eso que ya no tienes, eso que se fue y no sabes cómo ni cuándo. Esas frases y caminos del deseo que repites e insistes casi como una fórmula construida y sostenida por los desvíos frecuentes del sentido común. Siempre hay algo que va y que viene, y siempre eso que se fue se añora más o menos y eso que viene se desea más o menos. Caminas sobre ruedas aplastando sentidos auténticos sin inventar nada.
Tu humanidad se extiende hacia límites insondables... La llama persiste, ¿es tu fuego interior o son tus fueros que arden de dolor? No es difícil reconocer que el sufrimiento llega a ser más original cuando te acostumbras a él, hace que seas más conciente de tu júbilo, de tus faltas a las aulas de la alegría. El dolor está pero no lo sientes, ¿te has olvidado? La felicidad estuvo por aquí, ¿la recuerdas? ¿O sólo olvidamos lo que padecemos? Preguntas que fueron respuestas. Personas que fueron parte de lo que eres, retratos introyectados, hechos carne... todo está repleto de fantasmas.
¿Cómo saber que le temes a lo que le temes? ¿O que toda tu vida es toda tu vida? Nadie se alimentará por ti, debes llevarte cosas a la boca, devorar imágenes, encuadrar recuerdos y mirarte al espejo todas las mañanas sin saber cuál de los dos que se enfrentan ha inventado a quien. Llegar al fin de tu deseo para reconocer tu falta, tu nuevo problema, la esencia de las evoluciones que estás limitado a realizar por lo que no vivas o no elijas... más vale que empieces a elegirte, por más conciencia que sientas tener de haber estado siempre centrado en tu ser.
Tu humanidad se extiende hacia límites insondables... no eres el paraíso, pero tampoco eres sólo un hombre. Lo que eres, lo que no eres, lo que estás por ser y no ser, todas las variables anclan en el mundo, se deben y se debitan así como el haber del ser siempre avanza sobre él. Mundos entre mundos que desaparecen y nacen en un proceso de flujo y reflujo: la secreta memoria del universo. La conciencia de la conciencia: tú y el mundo fundidos en un eterno abrazo y enemistados hasta la muerte. Supraconciencia. Contradicciones de una sensación de realidad contradicha.
¿Te preocupas realmente por esto? A veces te encuentras eliminando posibilidades, caminos y personas que podrían haber sido tu mundo, tu entera vida; pasarán sin noticia, desapercibidos. Miles de potencialidades nos rodean como en un campo minado. ¿Puede que alguien elimine por ti? Seguro, puede que te quiten mucho. ¿Puede que elimines sin notar la ausencia? Seguro, puede que te quites mucho; puede que pierdas sólo por el accidente de perder, aunque vivas para ganar. ¿Puede que debas eliminar? Sí, ya hablamos del dolor, no me duelas.
La muerte es una secreta mentira que compartimos y hacemos, por la palabra, realidad. Nunca la desestimes ni la estimes... ella conoce su propio trabajo: la impersonalidad, lo impropio de lo impropio. Eso que quieres, eso que no quieres... el colapso del sentido común y sus miserias, la pérdida de la conciencia, el provecho de los fantasmas que merodean hambrientos por ser descubiertos, por volver a vivir esas escenas nunca vividas, por volver a apropiarse de esos teatros vacíos, eternamente inanicientes. Pero, como dicen, esto no es un ensayo general, esto es la vida, la obra, la representación, el ahora... rayos chispeantes en tus ojos...

(2006)

 Etimolog

8.3.10

Extracampina

Eso que está, eso que no está... eso que es pero no sabes hasta que punto es cierto. Eso que se ha ido sin avisarte y ha regresado para acusarte. De algo estás seguro, lo que es siempre deja de ser, y el no-ser, por más que te pese, es un sustento de la conciencia, un arrobado misterio, una invención y un consuelo, aquello que sólo pronunciarás una única vez. Depende de ti dejarlo ir o permitir que te acuse, no depende de nadie que regrese como la revelación de un secreto... ¿O prefieres engañarte? No lo harás conmigo.
Esa mentira, esa palabra que dijiste y sabes la sostendrás toda una vida, pues ya es cierto para los otros –no debes desilusionar la realidad que has creado. Eso que eres, ese latido en tu cien recordándote todo lo que no eres. Años de sufrimiento forjando una personalidad que te traiciona ante el más mínimo obstáculo, años de sufrimiento que se resuelven en un gran golpe de suerte, en una palabra. También has aprendido el paroxismo de la alegría, por supuesto, la adoras, la buscas, la inquieres... Ese “extra” que has observado como sólo tú puedes hacerlo, eso que te nutría tanto y has olvidado, has recuperado y has vuelto a perder sólo en parte, concientemente, porque te hacía daño.
El mar, esa imagen del mar inmenso, inconmensurablemente tuya. El cielo, la perplejidad de las estrellas... el cosmonauta que fuiste cuando niño. Los sueños y el miedo que nos aventuran por todas partes. Las lágrimas secadas en la oscuridad que se arrullan en los rincones de tu habitación, de tu campo individual. ¿Cuántas noches te has desvelado? ¿Podrías quitarle el velo a tus mentiras? ¿Podrías ahogarte en lágrimas? Nos gusta jugar y seducir con el dolor, pero casi siempre sobrevivimos y nos sobreviven...
Todo está en tu campo, en el mío, todo está fuera y dentro, todo es real e irreal. Es tu secreto –el secreto de todos sigue siendo tu secreto–, lo llevarás a la tumba, lo compartirás de a migajas, serás austero, pues tu afectividad, como la sexualidad, es sagrada, por eso debes brindarla y no brindarla, a veces extra-blindarla y a veces ser un manojo de impulsos primitivos, una bestia.
¿Extra o intra? Fuera del campo, ¿qué campo? ¿Dentro de ti mismo? ¿Dónde termina tu propio campo? Cuerpos entre cuerpos del mundo, entre-mundos... propiedades expropiadas. ¿En quién debo creer? Dímelo tú, que de seguro esta noche te espera una almohada llena de conocimientos. Yo continuaré toda la noche en el intento por lo imposible y magnífico que es tratar de ser y estar lo más humanamente presente. O tal vez te diga eso para dejarte en paz y probablemente salga por ahí a buscar algo que no sé si estoy buscando... el recuerdo de una vieja amistad, las vehemencias del amor, la seducción de lo que más se parezca a la acusación que la muerte te confía cuando te olvidas de la vida... eso, campos y no-campos, adentros y afueras, pérdidas y conciencias, pasados de futuros. Y que los secretos sean las estrellas que regresan una y otra vez, incorruptibles, hambrientas de verdad. Como cuando niños nos abrazábamos al mar o nos hundíamos en el cielo y todo, todo era una sola y la misma cosa...

(2006)


  Etimolog

7.2.10

Ser o estar...

eres loco, yo soy loco... somos todos locos. Él... no, él es un loco de atar, está más loco que la definición de locura(?). Ella... ella es una perra del infierno soltada deliberadamente en la faz de la tierra, está muy loca. La locura es una potencialidad más o menos dada en cada uno, pero dada al fin. Lo que hagamos con eso solamente definirá nuestra disposicionalidad: estar más o menos locos. Hemos aprendido a construir máscaras –¿sirve de algo decir que persona en griego significa máscara?–, muchas máscaras que podemos incluso intercambiar o combinar. Pero nadie puede sostener la cordura(?) durante tanto tiempo como tú; tienes esa virtud, has realizado tantos aprendizajes... dicen es la resiliencia, una máscara bien dura. Tú eres un bien nacido resiliente, capaz de soportar toda la magnificencia de la locura de este mundo, pero no sólo eso, sino también las pequeñas locuras enmascaradas de los otros, que son mucho más ampuliformes y despiadadas, pues recaen en el detalle y el detalle es la quintaesencia de la locura. Secretamente sabes que también eres un loco más, pero has desarrollado el medio como para no estarlo. Temes que tu máscara se caiga, destiña o pase súbitamente de moda. Confías en tu estarte cuerdo pero desconfías de tu ser loco tan normalmente como lo ha realizado el hombre a lo largo de la historia, pero, ¿cuál es la clave? ¿Cuál el secreto? Hubo un momento en que descubrir la diferencia entre “ser” loco o “estar” loco te hizo sentir lo suficientemente tranquilo como para dejar de meditar al respecto... te dejaste de jugar con las máscaras, conservaste ese viejo y cansino modo de habitar en el mundo... maldito error! fueron los momentos en que la locura(?) ganó más espacialidad en tu cuerpo... Por suerte el tiempo está de tu lado, recuperaste la cordura(?) miles de veces con cientos de antifaces, caretas y disfraces; a veces con mucha fuerza incluso, sentando las bases como para creer o fantasear que nunca la volverías a perder. Sin embargo, por más esfuerzos y voluntades, siempre aparece, entonces, la locura del otro, donde el ser de su locura nunca coincide con el estar de los criterios de tu máscara o de tu locura. Así, una y otra vez, te debates entre tu locura, la locura del otro y la locura(?) como fenómeno... habiendo perdido ya todo su forma y sus variables hasta el hartazgo... sientes que de contarlo todos pensarían que estás loco(?)... vuelve a tu cuarto, comienza nuevamente a pintar y cincelar otros rasgos, que mañana será un nuevo día...

(2006)