5.5.11

La sombra de una duda

El momento parece haberse acercado, ahora la sombra me persigue fervientemente. Y ya no parece una sombra, sino un manto, un manto etéreo que me instiga y conmueve. Es una sombra cálida y adversa, una sombra endémica y animosa, de la que ya no huyo, sólo avanzo; ella prosigue, continúa sabiamente sobre y tras mi paso cansino. No me abarca, no. Me insinúa una totalidad pálida y excluyente que podría consumirme en un instante. Le temo. Cada porción de mi ser le teme. Me invade un perfume blanco que me lleva imaginariamente hacia sus caderas. Por momentos parece aproximarse y vibrar, respirar sobre mi cuerpo; me deleito en el sonido calmo de sus profundas inhalaciones, en la ilusoria sensación de que lo desconocido me conoce. Y me sorprende con un extraño balbuceo… mediante húmedas y lentas palabras me aclama, pronuncia finalmente mi nombre. Luego, suspira -imagino que sonriendo- una y otra vez, como en un pleno proceso orgásmico dirigido únicamente hacia la quietud, al reposo. La deseo. Cada porción de mi ser la desea.
Lentamente, llegamos a un lugar que no resulta diferenciable, sino que parece ser cierto sitio, nuestro sitio. Una leve brisa me refresca el rostro. Decidimos detenernos levemente, algo agotados. Por un momento creo recordar su nombre, pero no logro pronunciarlo. Ella ha sido una motivación, la mía. Ha sido un tormento, una plaga, el más extático amor, el más lúdico sexo. Ha sido mi inclusión y mi reclusión en la existencia. Ha sido un yugo, la extensión aural de mi tacto... una energía, el más cálido torrente vital. Ha sido la sombra de una duda, la mía. Busco en ella un sueño olvidado, el sueño que todavía no he soñado y sigo soñando. Me hundo y emerjo constantemente de su plasma visual, en sus dotes. La encuentro en los umbrales de la vida y en las trastiendas de la muerte, en toda la infatigable gama de opuestos que han propuesto y dispuesto el pasado y el presente, mi ser y mi devenir. Pero... ¿Esa sombra soy yo? ¿Es alguien más? ¿O solamente los ideales y los miedos que me componen, me inducen? Lo ignoro. La ignorancia de una esencia que día a día se hace presencia sobre la fastuosa patria de la incertidumbre.
Así, rendido ante su imperio, vibran en mí los secos latidos de que ha llegado el momento en que los cielos se derrumben y el tiempo nos abrace... empujo el deseo de voltearme y descubrirla, pero tengo miedo, pánico de que ya no haya nadie allí, de que nunca hubiera estado nadie. Siento pavor, terror fatídico de no poder reconocerla... o de hacerlo. Quisiera, pero no quiero saber. Necesitamos saber que hay algo detrás de la vida. El último encuentro arde de ausencia y se desvanece en mi sangre. Caigo de rodillas y me entrego a un desconsolado llanto. Un llanto más allá del tiempo, que se oculta de los resplandores y se arrulla en el poniente. Lágrimas oscuras. Lágrimas negras. En el llanto que me seca y me inunda, sobre la esencia de la sombra que vive en mí. Eternamente en falta. Eternamente presente.

(1997)

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Tan real como ayer... "eternamente en falta. Eternamente presente".

Torsen dijo...

Huele a espíritu adolescente, tan grato. Ojalá existiera un genio maligno que desciendiera en esos años para decirnos que no hay respuesta a esas preguntas. "Shadow of a Doubt", un bonito film de Hichtcock y un extraño tema de Sonic Youth. Venga!