1.9.10

Zumba

Te llenas de objetos y de cosas, de obsesiones y de vicios… tan colmadamente cargado como para que no pese tanto el tiempo. Siempre comienza un nuevo día… Cafeína. Nicotina. Pereza. Algún que otro analgésico y todos tus habituales síntomas. Los años, tus marcas... la ruta. El sol malgastando los violentos minutos del día. La rumia de los horarios, el recelo de los compromisos, los ruidos que te rompen y la gente que te pisa. Frustraciones que alimentan la tolerancia a la satisfacción.
Y siempre llega la noche… Alcohol. Euforia. Enmascaramiento. Todo el tiempo del mundo. Deberías empezar con algo nuevo; nunca te gustaron las modas pero tu modo es tan devoto como monótono. Imaginas qué podría pasarte de bueno y te sientes indagado por las sombras; huyes, pues. La luna guiándote hacia las bestias, la manada, la muerte. Perros sedientos de lujuria. La soledad del día que se disipa en trepidaciones de adrenalina. Dopaminergia. El desvalimiento de la naturaleza que reluce socio-químicamente. Hay gente. Todos se repiten en lo indistinto, en la superposición, pero tú tampoco has inventado la pólvora, simplemente crees en algo que te parece auténtico. Nunca nadie ha saltado un mundo. Todos somos extranjeros.
No te cambies, quédate así como estás. No te afeites, no te peines, conserva tu aliento y la cara que has llevado durante todo el día; estarás listo. Ve al bar. No esperes nada. No hables con nadie. Reposa en la inmediatez de tu vaso. Apaga tu teléfono; el alcohol cruje en tus vísceras, pero no es radioactivo. Llámate a ti mismo. Emborráchate, no de más, como siempre. Si observas a alguna mujer sólo hazlo de reojo... lo suficiente como para espantarla o como para que sienta que eres un resentido; nunca por devoción: por consecuencia. Haz eso con tus ojos; que tu expresión diga la verdad, que te remuerden tus fracasos como añoras la felicidad. Deja que ella decida, aunque nunca aparezca. Tú ya no puedes elegir, nunca has dado en el blanco, que por más o por menos, pero lejos… siempre lejos del sol, pero ardiendo.
Conoces muy bien estos movimientos. Siempre encontrarás un motivo que justifique asirte a una defensa, un molde o algún personaje; el disfraz de la autodestrucción. En algún momento alguien se acercará y te dirá eso que no quieres escuchar pero que puedes oír de muchas maneras y que tal vez te sirva pero no tanto como para considerar que en ese momento es importante prestarle atención. Consejos útiles para una vida inútil. Los años y eso que sientes como experiencia es sólo un anecdotario de refracciones de tiempo. Las estupideces de la gente son también tuyas. Eres despreciable y enternece ver a alguien así, ¿triste? Ojalá la tristeza fuera un cuestionamiento y no algo que siempre es observado o medido por los ojos de los otros. Alguien debe decirte que estás realmente desconsolado, sólo ahí escucharías, pero, ¿quién quiere agacharse y mirar el mundo desde ahí abajo?
Estás abatido, batidas las bateas de tu reconocimiento. Te debates entre deambulaciones y desplomamiento. Te preguntas cuánto polvo tendrán los discos con los que creciste y llegaste a pensar que eras libre. Te preguntas por el tiempo… No, sacudes la cabeza, esa no es una pregunta, son tus pulsaciones enarbolándose, recordándote que de algo estás hecho. Desearías volver a empezar lo que nunca terminaste y terminar con lo que nunca acaba por empezar. Remordimientos y reproches que te sueltan de la caída libre hacia el devenir. Si todo sigue sobreviniendo es porque sigues sobreviviendo.
Un trago más y una sonrisa cómplice. El gesto que sientes que te marca y la soberbia de creer que no necesitas a nadie. La soledad que compartes con tu vida. El murmullo y la muchedumbre de un infructuoso extraviarse. Las redundancias que te empujan a marcharte siempre solo. Las abundancias que te dejan siempre abandonado. Estás cansado de suponer y anticiparte a las conductas humanas. Estás harto de especularte, de saber que sabes lo que te pasa, del humor autocebante que siempre se agota y no pasa, no impulsa nada nuevo. Cualquier tipo de sorpresa sería una señal, un indicio, pero nada. Mejor no romper el molde, no podrías reproducirte en lo mismo. Una rúbrica de melancolía se templa con tu piel, te resguarda, te protege; estar sólo un poco mal evita cualquier sobresalto. Nunca te caes del todo. Nunca disfrutas del todo.
La noche parece eterna, pero termina. Con ella se va una ilusión gastada y postrera. Siempre llevaste una pequeña alarma que te aleja de las horas de peligro. Por algo sigues vivo. Una suerte de autoconservación te devolverá a lo que se parece a tu hogar. Eres una eterna descripción de las pequeñas victorias sobre la incertidumbre. Un rumor que se sumerge en lagunas de afonía. Un valle de esperanza que se seca con el sol…
Insisto: el mundo rueda y sigues vivo. Jugar a que mueres, jugar a que matas, confiar en que alguien te recordará o habrás dejado una marca. Presumir ante el juicio de los otros que has ensamblado algo que se parece a una vida digna de ser vivida. Pero una historia no se arma; no hay final, hay finales... y no puedes vivir todas las vidas. Cuando se trata de elegir… debes aceptarlo, debes dejarlo ir. Debes terminar con esto. Ya no hay nada por descubrir, nada por conquistar, nada por qué luchar. Ni nadie. Ni todo. Todo lo que ha sido tuyo te ha sido despojado. Mejor. Llega un punto en que gran parte del mundo que construimos debe ser destruido. Si te dijera que estás en ruinas pensarías en lo trágico y la muerte. Pero hay pequeñas muertes. Echar por tierra para erigir piedra sobre piedra. Arder, pulverizarse, para elevarse entre las cenizas… el polvo dorado de un águila de fuego. Todo cambio es el desenlace de una pérdida.
Abandona el viejo amor de lo que no eres. Reconcíliate con lo que no ha sido. Conquista la perplejidad, la primicia de lo que serás. Lo más simple y espontáneo de tu progresión de intentos: haz que las cosas ocurran. Pasaste gran parte de tu vida buscando algo en la muerte sin jamás poder mirarla a los ojos. Es cierto, algún día descansarás para siempre, pero no hoy. Nada puede concluir si no ha comenzado. En el tiempo que quieras que tu historia se abra. Primero está la vida. Los abandonos simpatizan con los descubrimientos…

(2009)


 Led Zeppelin - The Rain Song

4 comentarios:

Anónimo dijo...

tal vez y solo por ahí, este sea yo... o no...

Gracias,

Vitr

Pedro dijo...

Efectivamente, un fragmento de algún momento de mi vida. Me hubiera gustado saber qué música había de fondo... Cuanta identificación!
Supongo el águila de fuego es un fenix. Descubrir en la peor de las miserias un cambio, un aprendizaje. Quién no hubiera querido volver a nacer?
Hasta ahora el más crudo y honesto de los que leí.
Saludos.

Anónimo dijo...

Ave Zumba!,Delante mio pusiste un espejo....

Pedro dijo...

Era Led Zeppelin! Una canción muy emotiva. Estoy satisfecho. Saludos.